Las luces de la tarde empezaban a pintar el cielo de extraños colores, el paso de montaña había sido duro, pero el tuerto recordaba una gran aldea en el valle, pescadores y campesinos vivían en una zona de difícil acceso pero vastos recursos. Quizás pueda dormir bajo techo esta noche, comer caliente, y posiblemente Compañero, su caballo, podrá saborear una fruta. A medida que descendía de la montaña el camino se hacía más fácil, las rocas dieron paso al bosque y el bosque a los campos, los cuales ya habían sido cosechados. El pueblo, sin embargo, parecía abandonado, Quintus solo fue recibido por perros flacos, y peor aún, niños flacos. Avanzó hacia la posada del pueblo y pudo ver los restos de una embarcación encallada en el río. Las casas demostraban con evidencia el hostil paso del tiempo. A diferencia del puerto de carga que recordaba, este estaba destruido y los únicos barcos que se veían solo eran maderas flotando...
Quintus, un caballero errante, recorre los caminos junto a Compañero, su corcel de batalla.