Lentamente la embarcación surcaba las aguas del río y la espesura de la niebla matinal. En la proa un tripulante iba determinando la profundidad mientras avanzaban y dando indicaciones para corregir el rumbo si fuese necesario. Realmente Quintus odiaba navegar, la idea de hundirse en las aguas no le agradaba, pero a veces el camino lo obligaba a subir a un barco. La nave llevaba pasajeros con sus animales, algunas mercancías, y la bodega llena de pieles curadas que venían del gran bosque del norte. Su destino era Molino viejo, una ciudad a la orilla del Río Grande, desde la cual se podía llegar al camino del Rey en dos días, y desde allí a casi cualquier punto de este reino y otros más. – Señor Quintus, parece molesto. ¿ocurre algo? El caballero se volteó y vio al Capitán que le ofrecía un vaso de vino especiado. – Bueno, la verdad es que no disfruto el viaje– contestó el Tuerto mientras recibía la bebida. – No se preocupe señor, pronto llegaremos a Molino viejo y uste...
Quintus, un caballero errante, recorre los caminos junto a Compañero, su corcel de batalla.